
Historias puestas en el cielo
Primera parte
Desde el nacimiento del Hombre, el eterno cielo estrellado ha sido siempre su fiel acompañante, nuestros antepasados gozaron de las noches estrelladas, y de las historia puestas en el cielo que afloraban hasta en la poesía épica, por ejemplo Homero (siglo VIII a.C.), en el Canto XVIII de la Ilíada, hace una pausa en su narración de las batallas para describir literariamente el escudo de Aquiles, salido de la forja de Hefesto (Hephaistós), a petición de la nereida Tetis: “(478) Hizo lo primero de todo un escudo grande y fuerte, de variada labor, con triple cenefa brillante y reluciente, provisto de una abrazadera de plata. Cinco capas tenía el escudo, y en la superior grabó el dios muchas artísticas figuras, con sabia inteligencia. (483) Allí puso la tierra, el cielo, el mar, el sol infatigable y la luna llena; allí las estrellas que el cielo coronan, las Pléyades, las Híades, el robusto Orión y la Osa, llamada por sobrenombre el Carro, la cual gira siempre en el mismo sitio, mira a Orión y es la única que deja de bañarse en el Océano. (490) Allí representó también dos ciudades de hombres dotados de palabra....” Del conjunto de tradiciones, cuentos, leyendas y narraciones orales o escritas que se relacionan con el cielo y que involucran divinidades, personas, animales reales o fantásticos elegimos compartir los siguientes:





El mito de Yacana
Uno de los animales más importantes para la civilización que conocemos como Inca, es la llama, ellos la pusieron en el cielo formando su silueta con algunas "manchas negras" del cielo (polvo interestelar) entre las estrellas, donde dos de ellas, las que llamamos alfa y beta del centauro representan sus ojos.
Llamaron Yacana a la constelación que representa el camac (creador, cuidador) de las llamas, o sea su fuerza vital, el alma que las hace vivir.
Cuenta la leyenda que la Yacana camina por un gran río (la Vía Láctea). En su recorrido se pone cada vez más negra. tiene dos ojos y un cuello muy largo. Mientras camina se va poniendo más y más negra. Su cría la acompaña, y cuando esta tiene hambre se pone a mamar. Yacana abre los ojos, despierta y se hace de día.
Acostumbrada a beber agua de cualquier manantial, y si se posaba encima de una persona que circunstancialmente estuviera allí, le transmitía mucha suerte.
Pero como Yacana era justa y trataba a todos por igual, en las noches salía a beber en el océano sin que nadie la viera, y de esa forma bebía el agua del dolor, de la pena, de la sed y el hambre, bebía el agua de la tragedia de los hombres.
Al hacerlo evitaba que el mar inunde al mundo entero.